Tuesday, December 17, 2013

DÍA 20. No juegues al amor



¡Me encanta! He dormido dos horas. Nótese la ironía.
Está claro que no he nacido para ser un hijo de puta de tu nivel.
Día soleado, empañado por la opaca oscuridad de tu aroma en las sábanas, aderezado con rutina pura y dura.

Odio la espiral de destrucción, sexo y diversión en la que pretendes ahogarme. No soy tu parque de atracciones particular. Si acaso, montaña rusa de emociones. Pero todo es culpa tuya.
Perdí el tiempo en el espejo. Observé mi desnudez tatuada. Por más que rebusco tu nombre en los rincones tatuados de mi cuerpo, no veo tu nombre. No te pertenezco. Nunca me tatué un “Sergio”, primero, me parece cutre, segundo, creo que en el fondo sabía que no eras eterno. Que no eras para mí.

A paso ligero. Impetuoso. Enérgico. Así llegué al trabajo. Necesitaba ver a Ana. En este fin de semana, casi pierdo su referencia. En este fin de semana, he perdido mi norte por tu culpa. Por mi debilidad. Imperiosa necesidad tenía de contar a mi salvadora este secreto. Ella, se limitó a la escucha más absoluta. Me aconsejó, por pura rutina. De vez en cuando me tiraba besos desde su mesa.
Poco a poco, Ana, ha conseguido que el cataclismo resultante al mezclar tu inmadurez y mi estupidez innata remita. Ha conseguido que todo esto me haga menos daño. Ana es genial. Con ella, no te sufro tanto. Ana es sinónimo de trabajo fácil. Con ella… la vida es fácil.

Los remordimientos tal como llegan, se van. Tú lo sabes bien. De vez en cuando, se manifestaron, como un retortijón en la barriga, pero terminan por diluirse en el afán de joderte la vida, en ese afán en el que estoy inmerso.

De vuelta a casa, me desvié, necesitaba caminar por Gran Vía. Pero, lo bueno se acaba.

Llegué a casa, a enfrentarme a la mentira. A ocultar, mejor dicho.
Elena y David, en el salón, apurando un par de Coca-Colas. Me sonrieron, como alegrándose por verme. Yo, sentí las sonrisas como clavos en la cabeza. Es lo que tiene no estar acostumbrado a ocultar las cosas. Es lo que tiene ser claro, cristalino. No como tú y tus misterios.

Una cosa te diré… ¡Hijo de puta! No vuelvas más. Este es mi laudo.
Me siento estafador. Curioso, el estafado, estafador. Y reincidente, si fuera delito, ahora mismo estaría camino del cuartelillo, para un juicio rápido.

Ni de coña pensaba en confesar este ilícito sentimental que cometí contigo. Ni a Elena, ni al chico de los ojos infinitos.

Hice de mi capa un sayo. Planté mi mejor sonrisa, como grapada, Pagué un pedido del chino a domicilio y me interesé por sus estudios en lo que apurábamos granos de arroz en los malditos recipientes de plástico.

Machaqué mi conciencia con ‘Love Actually’. Masoca perdido soy. Hostia, es que parece que no me canso de sufrir.

Elena ha durado más o menos 5 minutos de película. David se ha pasado todo el tiempo mirándome. Con lo guapa que sale Keira Knightley en la peli, y me mira a mí. Con lo sexy que está Collin Firth y no me quitó ojo.

Los créditos de la película los filmamos en la cama.
Voy curándome. Voy institucionalizando el sexo con David. Aunque no haber cambiado las sábanas no ayuda. Issey Miyake y su puto perfume me han intentado cortar el momento. Pero miro los ojos verdes de mi chico, y se me olvida tu olor. No hay olor que pueda con una imagen.
El insomnio ha vuelto a mi vida, como tú lo hiciste ayer. Me planté en la mesa del salón. Auriculares, ordenador y seguir trabajando. Música que me haga vivir el momento.

“…No juegues al amor con mi corazón de luna llena. No quieras regalarme tu dolor,que el alma no es tierra de cualquiera, no. Que tú no juegues al amor con mi corazón de luna llena. No quieras regalarme tu dolor, que el alma no es tierra de cualquiera, no…”

Dios mío. Sara Vega, lo ha bordado. 
No me toques más los cojones. Que yo estoy muy bien, aquí con un estudiante de medicina de ojos esmeralda, una amiga loca e histriónica, pero amiga y con un cuadro de Kate Moss que te recuerda, Y yo, aunque sea un poco, te quiero.
Joder, lo he dicho. Bórralo.

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