Últimamente paso de mi agenda, como de la publicidad que me
dejan en el buzón. He vuelto a vivir sobre la marcha. Como cuando te conocí.
Me ha despertado Ana. Media hora antes de que lo hiciera mi
estridente alarma.
Por lo visto, ayer me comentó que teníamos que ir a El
Escorial a hacer un reportaje, con el fotógrafo de la revista a una modelo. Lo
olvidé.
Me preparé a velocidad supersónica. Acuché a David de manera
incontrolable y bajé al portal comiendo una manzana, a modo de desayuno. Fumé
un cigarro, mientras esperaba el coche de Ana a la puerta.
La tardanza de Ana, mi soledad y tu reticencia a abandonar
mi cabeza me mataron. Abrí la cartera para comprobar que había metido todo, y
ahí estabas. Tu foto de la orla de la facultad. Sales feísimo, pero me encanta
como sonríes. Esbocé una carcajada, pensando en que estarías al volver a casa.
Falsa y puta ilusión.
Sonó el claxon del coche. La sensación fue la misma
que cuando escuchaba el timbre en el instituto. Salvación. Arrugué tu foto y la
tiré en el portal.
Moraleja. Nunca me puedo reír de nada, ni nadie. Siempre me
caerá la mierda en la boca.
Nos hemos comido un atasco impresionante.
Pero bueno, tu decías que los atascos son menos atascos con
música. Rebusqué en la guantera del coche entre mil discos. Obvié Ana Belén.
Pasé Fangoria y de los otros CD desordenados. Dejé decidir a mi subconsciente, y como aún tu reinas en él,
me decanté por Giusy Ferreri. A bocajarro sonó nuestra canción. ¿La recuerdas?
Poníamos el disco cuando hacíamos viajes largos y la cantábamos a dúo, imitando
el italiano de la cantante. Recuerdo que tu parte era la mejor. Recuerdo que me
gustaba mucho como cantabas lo de:
“… Del
nostro amore solo una scia, che il tempo poi cancellerà e nulla sopraviverà.
Non ti scordar mai di me, di ogni mia abitudine, in fondo siamo stati insieme e
non è un piccolo particolare. Non ti scordar mai di me, della più incantevole
fiaba che abbia mai scritto, un lieto
fine era previsto e assai gradito…”
“…De nuestro
amor quedó solo un rastro, que el tiempo luego borrará y nada sobrevivirá. Nunca
te olvides de mí, de cada costumbre mía, al final hemos estado juntos y no es
un mínimo detalle. Nunca te olvides de mí, de mi historia junto a ti. Cuento de hadas bonito, final feliz hubiera sido agradecido…”
un mínimo detalle. Nunca te olvides de mí, de mi historia junto a ti. Cuento de hadas bonito, final feliz hubiera sido agradecido…”
Después de cantar siempre nos reíamos.
Hoy no fue
así. Apoyé mi pelo engominado en el cristal, mientas cantaba haciendo brotar
lágrimas de los ojos.
¡Lo has conseguido! ¡Me has vuelto a joder!
No entiendo cómo me hiciste vivir lo nuestro como
algo eterno. Tengo la creencia que sabías que iba a caducar algún día. Eres
infiel por naturaleza. Eres cabrón de nacimiento.
Ana se empeñó en agradarme el día de trabajo bajo
el encapotado cielo del norte de Madrid.
Comimos, con el equipo, un sanwich en un bar cutre
del pueblo.
La modelo se maravilló de mis ojos color miel. Yo
decidí contarle que ahora mismo era el cornudo oficial del Reino de España.
Elle te insultó un poquito y pasamos a hablar sobre lo maravilloso de su
cuerpo.
Se parecía a Kate Moss y eso me recordaba al cuadro
del salón y el cuadro me recuerda a ti. Un círculo vicioso para no olviodarte.
El camino de vuelta fue diferente. Apagamos la
música y nos pusimos a hablar. Me encanta hablar con Ana. Es muy sabia. Pero,
de sabiduría curtida a base de mil errores.
Me dejó en la T1. Por si no te acuerdas, hoy
llegaba Pati.
¡Ah, perdón! No te he avisado.
Mientras tomaba un café, en el aeropuerto, arranqué una hoja de la
libreta y escribí: “La Pati”. A modo de bienvenida. Me planté en la puerta de
llegadas y esperé. Y esperé. Y esperé. Ryanair determinó traer a mi Pati con
casi una hora de retraso.
Su llegada fue triunfal. Está como la recordaba.
Pelo rubio, ondulado. Cara pulcra y perfecta, sin necesidad de maquillaje. Americana
beige y sonrisa sin defectos. El cartel
y mis ganas de verla. Me vio y comenzó a gritar. Emocionada. Me tiró al suelo del ímpetu con el que se acercó.
Cogimos un taxi hasta casa. En el trayecto fuimos
quitándonos la palabra el uno al otro. Como siempre. Cada uno sigue su tema. No
hay hilo en la conversación, pero nos escuchamos. Eso te ponía muy nervioso.
En casa la presenté a los chicos. A Elenita ya la
conocía. David fue presentado como “mi chico”. Intenté pronunciar la palabra
novio, pero me atraganté un par de veces.
Hablamos en el sofá durante horas, mientras los
chicos no pestañeaban ante nuestras anécdotas universitarias. Que si cuando te
multó la policía por beber en el calle, que si cuando se quedó dormida en el
examen de Derecho, que si cuando me quedé frito en la Circular y me recorrí medio
Madrid en Metro a lo tonto,…
Los chicos se fueron a la cama. Nosotros nos
quedamos en el salón. Bajo la atenta mirada de Kate Moss, recordándonos que tú
eras parte de nosotros.
Solté toda mi mierda sobre ti. Dije que estaba cada
vez mejor. Mentí, y cuando ya no me quedaban insultos para ti y tu jeta
descomunal, Pati me hizo callar, y me dijo: “Tío,
a ver, exclusiva. Me caso en Agosto”.
Me llenó la cabeza de cosas sobre Guido, un
italiano, guapísimo, simpatiquísimo y con unos ojos que deben tener el poder de
los de David, porque son casi idénticos. Hipnotizan.
Como no lo
sabes, te lo cuento. Se conocieron hace seis meses, en Pisa, mientras Pati
cubría una conferencia en la que él era ponente. Y entre entrevista y
entrevista. Tú me entiendes.
Descolgué de la pared nuestra orla de facultad. Vi
tu foto, la que antes estaba en mi cartera, y ahora vaga a merced del aire
madrileño esperando a que el cepillo de un barrendero la arrastre hasta
cualquier alcantarilla. Nos reímos de mi flequillo, de su pelo corto, de lo fea
que era “la moños” de clase y de lo asquerosas y traicioneras que son esas
fotos.
Monté su cama de invitados en el salón. La di un
beso y me fui a la cama.
Como esta mañana, besé a David, con la intención de
despertarle.
No lo conseguí. Le miré mientras dormía, sonreí y de dije en
susurro: “Gracias. Te…, te…, Te qui…”.
Evité el “te quiero”, no voy a ser como tú. Esas
palabras no se dicen a la ligera.
Como es habitual en los últimos días, no puedo
dormir sino siento mi pecho contra la espalda de David. Mi cabeza no paraba de
procesar información y… volví a caer en tu trampa.
Pensé en Pati y en su boda.
En si tú asistirías. En mi acompañante. En lo bien que te quedan los trajes.
Vuelves a quitarme el sueño y no quiero que sea
así.
“Mi chico” y el calor de su espalda de van meciéndome.
Hasta de dormido me salva de tu mal hacer.
Seguro, que si supieras esto en realidad, te
morirías. A veces pienso que me echas de menos.
Lo sé, me echas de menos ¿O no?
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