Esta es la historia de cómo la vida puede ser maravillosa. Es la historia de vivir en Madrid.
Llevo más de 20 días parado en un cruce.
Por un lado, comerme
Madrid. Por otro, que Madrid me coma a mí. Así es la vida en esta ciudad,
Sergio. O te devoras la gran urbe o ella te absorbe y te inmola. Es el precio
de vivir en la mejor ciudad del planeta. Las grandes ciudades no permiten
bajones. Y… antes de ti estoy yo.
Una carrera. Dos masters y tres idiomas. Eso no vale. En el
amor eso es basura. Me ha hecho falta casi un mes para darme cuenta de ello.
Soy un poco estúpido. Inocente.
No se si eres consciente de que este odio, viene porque te
quiero. Sólo se puede odiar a la gente que se quiere. Y yo aun te quiero.
Y dirás… ¡Joder! Deja de pensar. Pero, esto es lo que ha
dado de sí una noche de insomnio. Tener sobredosis alegría, es igual que estar
al borde de caer. Los dos te quitan el sueño. Y las noches en vela son un arma
de doble filo.
Al despertar, me encantó ver tu mensaje de “Gracias por la entrevista de trabajo".
No
se, son cosas que me salen de dentro. Ante todo soy elegante. Un elegante lleno
de rencor, que está dispuesto a seguir dando su vida por ti. Espero que logres
entender tanta incoherencia.
Hoy, Kate Moss me ha guiñado el ojo mientras tomaba el café.
Quizá siga mis pasos y te quiera pese a todo. Quizá te quiera aunque no estés.
En la redacción, se me ha puesto un nudo en el estómago
cuando te he visto venir hacia mi mesa. Tu entrevista de curro.
Ana ha temido por mi integridad, pero, sorprendentemente he
sabido controlarme. Te he deseado suerte. Porque sí. Porque lo mereces.
Al salir, me has ofrecido un café. Y ni a ti, ni al sabor
amargo del café, os he dicho nunca que no. Los dos me gustáis.
He besado a Ana, a modo de despedida. Ella no ha podido
evitar su vena curiosa y me ha dicho:
-Marcos. Llámame y… ¡Me cuentas todo, eh!
-Tranquila. Luego te hago un especial informativo. Contesté
entre risas.
Volverte a ver dar dos besos a Ana ha sido un déjà vu. Una
vuelta al pasado. Y te miento si te digo que no me ha encantado.
Bajamos en el ascensor hablando de tu entrevista. De lo bien
que te trató Ainhoa. Juegas con ventaja. Espero que salga todo a tu favor.
Volvimos a la misma cafetería, al mismo rincón, al mismo
sofá. Al mismo punto donde compartimos caricias entre besos y complicidad.
La conversación era puro reproche mutuo. Era echarnos las
cosas en cara. Era cargarse la magia de aquel café.
De pronto, has decidido parar la conversación. Acariciarme
la cara. Mi pierna temblaba mientras decías:
-¿Y si lo volvemos a intentar?
Silencio sepulcral.
-Estás de coña ¿No? Sergio, que las cosas no funcionan así.
Que llevo días intentando salir del atolladero y ahora vienes con todo esto.
Que no. Que no quiero. Que llorado horas y horas. Que he andado con la cabeza
baja por todo Madrid. Mira… Aunque me arrepienta. NO. Contesté casi sin
respirar.
¿De qué vas? Está claro que no te puedo dar votos de
confianza. Y de esto me doy cuenta después de no estar juntos.
El resto de la conversación fue cordial. Hubo jaleo al despedirnos,
estábamos acostumbrados a comernos.
Llamé a Ana, como prometí. Nos reímos de tí, de lo ridículo que eres y nos despedimos, hasta mañana.
Enchufé los auriculares y:
“…Dónde estabas cuando toda mi alma se
partía en pedazos preguntando por ti. Cuando el frio me caló hasta en los
huesos, y un profundo silencio te alejaba de mí. Dónde estabas cuando todo mi
tiempo se perdía en buscarte para hacerte reír. Cuando tantas noches
desesperadas suplicaba a tu boca que mintiera por mí. Dónde estabas cuando todo
acabo. Dónde estabas cuando el sol se durmió. Dónde estabas cuando toda mi alma
se cayó del balcón…”
He conseguido
volver a encontrar música para definir lo que siento. La música nunca falla, tu sí. Mucho.
Me alegro por haber
tenido la fuerza de voluntad de no acostarme contigo. Me lamento por
escucharte. No debí sentarme contigo en ese sofá, en esa cafetería.
El resto del día
fue como tú no hubieras querido. Con Elena. Con David. Hablando de nosotros.
Sin Sergios de por medio.
Hoy he vuelto a
hacer el amor. Con David, esta vez. Y no ha estado mal. Pensé que no podría sin
ti. Pero sí. Voy superándote. Desintoxicándome.
Eso sí,
sigues aquí. En mis venas. No me va a ser fácil.
Espero que me
mantenga y que no me abstenga de esta convicción. Espero seguir fuerte.
Espero no volver a
darte oportunidades. No las mereces.
Aunque, ahora que
lo pienso ¿Soy duro contigo?
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