Me levanté con el miedo a que siguieras ahí. Temía encontrarte en el sofá y tener que hablar. Pura vergüenza. Pero, a veces, el destino es cabrón y adorable al mismo tiempo. Te habías ido.
Carrera de fondo para llegar al trabajo y no entretenerme con los recuerdos. Cuando había superado recuerdos del pasado. En el portal, me dí de morros con el presente. David y Elena. Elena y David. Llegando a casa de la biblioteca, entre apuntes, y ahogados por el sueño.
Me sentí tan criminal. Tan asesino.
Mira, a decir verdad, no se si David es mi pareja, mi chico, mi chorbo, mi novio, un pasatiempos o un juguete. Ni idea. Lo que tengo calaro es que me salvo de la masacre en la que me habías sumido.
Joder, es que parece que se me había olvidado. Pasé semanas en una UCI emocional. En la que poco más y desarrollo un alexitimia. Sólo me servías tú. Encontré a alguien que me hacía sentir especial. Volviste tú.
Es increíble la rapidez con la que me haces deshacerme de todo lo malo. Es vertiginosa la velocidad con la que me embaucas y me lías.
Ana estuvo indignada por la escasez informativa a la que la sometí ayer. Pero, no nos podemos enfadar. La verdad, es que con los amigos de verdad no hay café que no arregle nada. Y así fue.
Creo, que lo mejor es no darte más oportunidades. Como ella dice: “Pieza repetida no completa la colección”.
Cruzarme contigo y dejarte todo claro en una mirada. Me conoces como nadie. No mediamos palabra. Notaste mi negación en el ambiente. Yo me reafirmé arqueando las cejas, pero al final no pude evitar sonreírte. Supongo que, al final de todo, es como lo nuestro, siempre dejo la puerta abierta. Te estoy diciendo que no, pero, nunca se sabe. Ana, pese a sus consejos, cree que acabaremos juntos tarde o temprano.
Me he sentido muchas veces culpable. Y no lo soy. El infiel fuiste tú.
¡Mierda! Caminando hacia casa me di cuenta que yo también he mentido al chico de ojos infinitos.
Al llegar, se me olvidó que era viernes. Y destrocé la magia que tienen los comienzos del fin de semana sentando a David en el salón y dándole una dosis de realidad. Mira, si empezamos algo, que sea bien. Sin mentiras.
Hipocresía, no. Me mataría criticarte y, a la vez, se como tú. Sería para abofetearme. Y no.
“David, mi amor. Mira te voy a ser claro. Aún sigo sintiendo algo por Sergio” Dije. A partir de ahí, todo salió a borbotones. Todo lo que hemos vivido después del adiós. TODO.
Vi como su corazón se rompía por los gesto que había en su cara, pero, permanecio inmóvil. Apenas habló, sus ojos verdes se convirtieron en cristal Murano gracias a las lágrimas, su piel morena se agrietaba al paso de las mismas.
Me recuerda a alguien. ¡Ah, sí! A mí contigo. Sin dignidad, sin importarme el sufrimiento.
No me dijo nada. Se limitó a ser hombro en el que llorar, como hasta ahora. Me necesita y yo le necesito. Eso es una realidad.
Por si no te habías dado cuenta. El amor es más cabrón que el odio. Odias y ya está. Amas y te complicas la vida.
Cuando creí que la conversación había terminado. Él me miró y me dijo: “Te quiero. Es lo que querías saber. ¿No?”
Sin pensarlo, respondí: “Y yo, yo también. Gracias”
Sí ¿Qué pasa? Lo he dicho. Que yo también le quiero. No debería importarte. Hace unos días te importaba Raúl.
A ver si me doy cuenta. A ver si te das cuenta. Somos futuribles inconexos. Nuestro amor ser ha viciado al sufrimiento. No vamos a llegar a nada, sólo a sufrir. Sólo al estercolero.
Lo sé, el discurso me ha quedado de puta madre. Sólo me queda cumplirlo. Lo intentaré. ¡Qué coño! Lo haré.
El resto de la noche la pasé con los chicos. Elena tumbada en mi tripa, y David en mi hombro. Soy como su padre. O esa sensación me da.
Antes de dormir, me puse a rebuscar entre los CD que siempre me ayudan:
“…No hay mal que dure cien años, mi amor vale mas que un papel. Sólo libérame, desátame, acaba con lo poco que nos queda. Lo siento en la piel, no hay dos sin tres, tus manos no atrapan el sol. Sólo libérame, y déjame sola. Rompiéndome en silencio, volviéndome de piedra. A medias cintas no vale la pena…”
Joder, es que hay esperanza. Es que después de ti hay vida. Y yo sin saberlo.
Voy a dormir. Retiro todo lo que he perdonado. Retiro todo lo que he obviado.
¿Queda claro?