Thursday, November 28, 2013

DÍA 15. Yo me niego


Aún sigo tragando sangre del codazo que me diste.
Me he levantado con resaca de emociones.
Ayer en Valladolid fui fuego, fui impulsivo. Hoy soy puro hielo, hoy te recuerdo.

De camino a la redacción he ido intentando dibujar tu cara con humo de cigarro y vaho en el amanecer madrileño.
Sergio, sigues tan presente…

Mis esculturas en el aire han sido interrumpidas por el teléfono.
Era Mamá. No podía evitar darme su opinión sobre David. Al fin y al cabo, ayer, irrumpí en casa con él. Rompiendo esquemas. "Me encanta, pero... el chico es muy jóven", me dijo. No supe si alegrarme o no. David causó furor en casa, no como tú. Pero, Mamá me ha dado una patada hacia la crisis de los 30 de manera anticipada. Me siento viejo, y sin motivo. Menos mal que ella todo lo calma con un "Te quiero".

Pasé las fotos del evento del otro día. Has salido en todas, inevitablemente. Mi lente te ha captado. Y aquí estás. Saldrás en la revista del mes que viene.

Ana ha vuelto a notar mi mirada triste. Y… la verdad, triste no estoy. Estoy hecho mierda.
Me he pasado media vida riéndome de la gente ñoña, de la gente que era imposible de levantar el vuelo tras una ruptura. Y ahora soy yo. Te doy la razón, el Karma existe, pero sólo para aquellos que tenemos tendencia al drama.

Cada vez que pienso en ti tengo un poquito menos de dignidad. Y al paso que voy, en un par de días me quedo sin  ella.

He secuestrado a Ana a la salida del curro, para un café. La he puesto todos los sentimientos encima de la mesa. La he necesitado mucho ayer.

Estoy hecho un lio. David me trata como a un príncipe. Tu me tratas como una marioneta, como un trapo sucio. Pero yo sigo enamorado de ti. Es todo muy complejo. Es una batalla entre lo que debo elegir y lo que quiero elegir. Pero con un portazo de por medio es imposible optar por ti. No te dejas.

El consejo textual de Ana: “No solapes relaciones, pásatelo bien”. Parece una incitación a la promiscuidad. Pero no, es un consejo lógico. Necesitaré tiempo para curar heridas y suturar cicatrices. Sólo me falta interiorizarlo. Hacerla caso. Y… estaré perfecto. No es fácil, nada es fácil.

He comenzado a tener la firme creencia de que tengo muchas preocupaciones y ningún problema. He comenzado a detestar que copes la mayor parte de mis pensamientos, incluso más que antes.

Ya en casa ¡Por fin! Elena ha decidido llenarme de alegría. Ha buscado algo en youtube y me ha cantado:

“…Pero al final de todo los ángeles siempre ganan. No necesito un hombre malo. Tú ya no me vuelves a ver, no me vuelves a ver con alma en el suelo. Yo no tengo nada que dar, me cansé de llorar, entregué mi pañuelo…”

¡Joder! Rosario ha dado en el clavo. Ángeles. Hombre malo. Alma en el suelo.
Bueno, menos lo de cansarse de llorar. Aunque… No me volverás a ver con el alma hecha pedazos.

¡Coño! Creo que cada vez que te digo eso, pierdo credibilidad. Serás como dejar de fumar, siempre estarás como propósito de enmienda pero nunca lo lograré.

Elenita es mi cargador cuando estoy bajo mínimos de batería. Siempre sabe cuándo voy a necesitarla. Bueno, últimamente es fácil saberlo. Siempre.

Decidí entrar en mis redes sociales, y actualizarlas, para hacer las veces de que sigo con vida. Pero en realidad, sin corazón, es imposible estar vivo.

A las once y pico he despertado del letargo en el sofá. A timbrazos. Elena se ha reído, como si tramase algo. Contestó y me dijo: “Anda, baja”.
He corrido como si fueras tú el que estaba en el portal. Falsa alarma. Era David. Entonces caí, Elena y el chico lo tenían todo planeado. Vino, ex profeso, a entregarme las fotos que nos hicimos ayer en Valladolid. Todas con un mensaje detrás.
Sinceramente, me hizo volar. Detallazo. Ni tú en tus mejores tiempos.

Nos sentamos en la escalera. Apoyé mi cabeza en sus rodillas. Miré a su cara y… ¡Me mató! Es como un basilisco. No puedo mantener contacto visual con él. Me deshace.
Aún tengo la imagen de sus ojos, mientras me pasaba la mano por el pelo. 
Necesitaba pasar con él toda la noche. Por fin he sentido recuperar un trocito del corazón que me robaste. Sin quererlo, este chico viene en los momentos bajos para apartarme de la debacle.

Subí las escaleras sin miedo al fracaso. Sin miedo a la caída. Su brazo agarraba, con una fuerza muy suave, mi cintura.

Elena nos esperaba con celo en mano. Para pegar las fotos.
Sabía todo. Es una Celestina nata. Tiene una tremenda vocación de casamentera. La amo.
Sutilmente, mi “Jelen”, se fue a la habitación de invitados. Sabe que, sólo comparte cama conmigo cuando no está el de los ojos verdes.

David y yo no resistimos nuestros instintos.
Intentamos quemar una, y otra, y otra vez el cochón.
Arañé con mis dedos su pecho, mientras él acarició con su barba mi espalda. Todo fue cosa de dos. Todo fue pasión.
Fumamos. Hablamos. Él se dio la vuelta y yo puse el despertador rápidamente. Necesitaba volver a su lado, aunque sólo fuese por no astillar mis huesos a base de soledad. Sabes que odio la soledad.

Empiezo a pensar que no eres imprescindible en mi cama.

El caso es que, David, suple muy bien tu ausencia. Pero no llena ese lado como tú.

¡Joder! Es inevitable intentar dormir sin pensar en ti.

Aunque, si miro a David, cada vez me incomodan menos las noche a su lado. Me encantaría que nos vieras ahora. Aquí. En tu cama. En tu casa.

Le odiarías. Me odiarías. Te partiría por dentro. Ahora sabes lo que llevo sintiendo 15 días y…
¿A qué jode?


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