¡Hola! ¿Qué tal? ¿Cómo estás? Me gusta. Es frío, pero
cordial.
Me he pasado toda la noche ensayando mi nuevo saludo para
contigo.
Me has empujado al más profundo insomnio. Pero, si lo miro
por el lado positivo, gozo de más tiempo para hacer cosas. Por el lado negativo,
pienso en ti.
He vuelto a ir al curro andando. El metro huele a cadáver en
avanzado estado de descomposición. No soporto los empujones. Las carreras. Los
pisotones. Contigo lo soportaba mejor, pero… ahora no soporto nada.
Me veo ciclotímico.
Mi jefa me ha llamado a su despacho. Decía que me veía mal.
No la he contado nada. No la interesa. Al fin y al cabo sigo rindiendo lo mismo
en el trabajo. Algún día se lo contaré. Dame tiempo.
¿Sabes qué me jode? En poco más de una semana he cambiado de
Estado Civil tres veces: Primero, en pareja. Después, Soltero en contra de mi
voluntad. Ahora, cornudo.
Ana me ha invitado a comer. Ella es muy de mesa y mantel.
Hemos hablado tanto sobre cómo destrozarte la existencia que hemos vuelto tarde
a trabajar. Por lo menos me he reído mucho. Muchísimo. Me ha contado la
catástrofe que fue su primer matrimonio. Casada. Con 23 años, en una ermita de
Cuenca. Su capacidad para reírse de sí misma denota su inteligencia.
He decidido llamar a David. Creo que le gusto un poco. Le temblaba
la voz, como me pasa a mí contigo. No ha puesto problemas en quedar. A las 20
en una cervecería de Argüelles.
He llegado mucho antes. Me ha encantado volver a pasear
por esas calles. Me recuerdan a cuando era un novato en la gran urbe. Cuando
cargaba con la carpeta hasta la facultad en horas tempranas. Me he entretenido
en los escaparates de El Corte Inglés y sus horrorosos maniquís.
Aun así llegué antes. He sacado mi libreta. Me he puesto a
revisar unas notas para el reportaje que tengo que entregar pasado mañana. En realidad
no he hecho nada de provecho, pero quería darme importancia. De fondo sonaba:
“Haces que mi cielo vuelva a tener ese azul, pintas de
colores mis mañanas solo tú. Navego entre las olas de tu voz y… tú, y tú, y tú,
y solamente tú. Haces que mi alma se despierte con tu luz…”
La tarareé vagamente. Mientras, creía que Pablo Alborán me devolvía a
tus brazos. Falsa alarma.
Entonces… allí apareció.
Vaqueros ajustados. Trenca marrón.
Pelo desaliñado y ojos verdes. Me encantan los ojos verdes. Matizo. Me encantan
sus ojos verdes.
Ha sentido curiosidad por mi libreta. Me rozaba las manos
con suavidad. Se reía de mi torpe forma de coger los botellines de cerveza. Tú también
lo hacías.
Me ha sacado de la vorágine de clientela universitaria de
ese bar.
Intentaba agarrarme de la mano. No le he dejado. Aún no tiene la dispensa para hacerlo. Eso se gana con el tiempo. O siendo tú.
Me he sentido niño y estúpido, y me ha encantado.
Bromea conmigo como si me conociese de toda la vida.
Me mata con esos ojos.
Me besaba de vez en cuando. Previo aviso. Sólo si le dejaba.
Hablaba de cosas que se escapaban a mí. Mañana tiene examen
de Farmacología, o como él dice, de “farma”.
A decir verdad, eso de que pierda el estudio de última hora
por estar conmigo me ha encantado. Es lo más romántico que han hecho por mí
últimamente
A veces me he sentido mal. Le miento. La base de todo es
joderte a ti.
¡Mierda las 23:45! He dicho que me iba. Se ha invitado a venir conmigo.
Que sepas que nuestra casa últimamente es un centro universitario. He
pensado en hacerme adscrito a la Complutense.
Ha pasado por su casa a coger los apuntes. Dice que así repasa
con Elena. Qué mal miente.
Pero claro, me miró con esos ojos y no pude decir que
no.
Hemos llegado. Caminado.
Elena loca de nervios. No sabía nada de mí. A veces me gusta
no avisarla de nada y ponerla histérica perdida. En realidad, estaba muy
cómica en la mesa de la cocina, atacada con mil temas por estudiar. Drogada por
el café. Con su coleta mal hecha. Han entrado en un estado de alteración.
Por un momento no supe si dejarles discutir sobre excreción
de los fármacos o agarrar a David de un botón de la trenca y meterlo en la
cama. Mejor lo último.
Elena es buena. Le encanta que esté con cualquier hombre que
no seas a tú. A mí aún no sé si me gusta tanto como a ella.
Te voy aclarar que yo no he hecho el amor. Él no lo sé.
Sólo lo pasamos bien. Me gustó. No te voy a
mentir. No tanto como contigo.
Rápidamente. Antes de arrepentirme, y tratarlo mal, lo he
empujado a la cocina. Con Elena y su ataque de nervios.
¡Joder, Sergio! Me complico mucho la vida.
He bromeado un poco con los dos y me he ido a la cama.
Como todas las noches, inevitablemente, echándote de menos.
¿Se me pasará
alguna vez?
No comments:
Post a Comment